Había entrado a casa, y no venía sola, alguien me acompañaba, yo me agarraba a esa persona por que no podía caminar, no me dio tiempo ni a desvestirme. En cuanto toqué la almohada caí dormida.
Miré alrededor, pero estaba claro que esa persona se había ido. Entonces recordé la caída.
Estábamos corriendo, pisé mal el bordillo de la acera y caí en la carretera, mi compañera lejos de ayudarme se empezó a reír a mi no me parecía tan divertido. Me dolía todo el cuerpo y estaba muy cabreada. No me encontraba nada bien.
Desde el sofá me arremangué el jersey y pude ver varios moratones y raspaduras en los brazos. Alguien nos estaba persiguiendo. ¿Por qué? ¿Quién era? Le di un sorbo al café caliente y de repente una sonrisa se dibujó en el rostro.
Huíamos de un señor mayor, un colombiano que tenía una peluquería en el barrio, que también era tienda de ultramarinos y billar. Habría las veinticuatro horas. Habíamos dejado al señor en la estacada hace rato, pero era muy divertido correr, sobre todo cuando te das cuenta de que eres incapaz de hacerlo en línea recta.
¿Pero tendría algo que ver la peluquería con mi nuevo look? De nuevo lo recordé.
—Rápamelo a cero —le dije decidida al anciano. Él me miró con incredulidad, pues tenía una bonita y cuidada melena—.¿Es que estás sordo? —le pregunté en tono borde. Se encogió de hombros y empezó a pasar la maquinilla por mi cabeza. Era una sensación rara, pero agradable. Mi amiga estaba partiéndose de risa.
¿Por qué había hecho tal burrada? Me acurruqué en el sofá exprimiendo mi cerebro al máximo, aunque solo conseguí aumentar el dolor de cabeza. Me levanté a por un Ibuprofeno y ahí me asaltó otro recuerdo.
Íbamos hacia la peluquería, a mi amiga le parecía muy divertido, pero yo no estaba nada conforme. No llevaba la cartera encima, ni siquiera me habían dejado ni el móvil.
Salí del baño con la pastilla en la boca y efectivamente vi el bolso sobre la mesa del comedor totalmente vacío, ni cartera, ni móvil, solo un triste pintalabios y un paquete de pañuelos.
¿Lo había perdido? ¿Me lo había robado? Enseguida me vinieron a la cabeza los dos atractivos chicos.
Habíamos ido al servicio y al volver ellos habían desaparecido con todas nuestras cosas.
Maldita sea, no habíamos ligado: ¡Nos habían timado! ¿Pero a nosotras? Si nos las sabemos todas. Volví a sentarme en el sofá y empecé a masajear mi magullada pierna.
La verdad es que habíamos estado genial con ellos, habíamos bebido mucho, bailado como locos y reído a carcajadas. Estaba claro que iba a ser una noche épica. Eran tan agradables con nosotras, que los dejamos a cargo de nuestras pertenencias mientras íbamos a hacer la interminable cola para entrar en el baño de chicas.
Estaba claro que nos habíamos pasado de listas. Julia era la que había permanecido toda la noche a mi lado y por lo visto había disfrutado más que yo. Entonces recordé todo.
—¿Ves a esos dos? —le había preguntado a Julia señalando con la cabeza a los dos chicos que estaban en la barra, ella asintió con aire divertido—. Pues si no me ligo a uno esta noche, me rapo el pelo al cero— Ella levantó su copa para brindar y sellar la apuesta.
Apuré la taza de café y solté una maldición. Me cambié de ropa para bajar al ambulatorio a que me miraran la pierna. Al ir a peinarme solo me vino una frase a la cabeza: “Como odio a Julia”
Reto 02: ¿Recuerdas tu peor noche? Cuéntala desde el final hasta el principio.
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