Literautas - escena 48 - La Llave.


—Aquí hay mucha sangre. ¡Dios! ¡Me voy a desangrar! —se quejó Shaun desde el suelo estirando el cuello para ver su herida.

Bill lo miró con frustración, tuvo que hacer un esfuerzo considerable para no ir a pegarle un puñetazo. Siguió vaciando el dinero de la caja registradora en su mochila.

—¡Joder!, esto duele mucho Billy. Ese puto psicópata me ha disparado.

Bill resopló y se le acercó para examinar la herida. No tenía buena pinta, el disparo de recortada le había destrozado el hombro y no paraba de sangrar. Le mintió.

—Tú eres el puto psicópata, él te ha hecho un rasguño y tú le has volado la cara —dijo señalando el cadáver que yacía detrás del mostrador—. Vamos, muévete, tenemos que encontrar la llave.

En ese momento Arlene entró por la puerta mirando alrededor.

—¿Qué coño pasa?, ¿por qué tardáis tanto? —preguntó nerviosa.

Bill señaló a Shaun con la pistola.

—El tarado este se ha cargado al tendero.

Arlene lo miró con desdén.

—¿Otra vez?, ¿no sabes controlarte?

Shaun los ignoró. Tenía bastante con no desmayarse por el dolor.

—Venga Arlene, la llave —dijo Bill mientras registraba el cadáver. Soltó una maldición al no encontrarla.

—Mierda, puede estar en cualquier sitio —dijo Arlene mientras buscaba por el mostrador.

—O no estar —dijo Shaun. Era lo primero sensato que decía desde que habían entrado a la gasolinera—, dejadlo y vámonos. En serio, no me encuentro bien.

—¿Quieres cerrar la puta boca? —le gritó Bill, perdiendo los papeles. Se le acercó, por un momento parecía que iba a pegarle una paliza, sin embargo se puso de cuclillas y le habló tranquilo.

—Me importa una mierda como te encuentres. Pero más te vale ponerte de pie y hacer algo útil de una puta vez. No hagas que me arrepienta de haberte llamado.

Shaun se levantó como pudo agarrándose el hombro y se acercó a la puerta.

—Ese gilipollas ha activado la alarma, daos prisa, yo vigilo.

Arlene buscó en las estanterías que había tras el mostrador.

Bill entró a una habitación que ponía “Almacén” que sólo era un pequeño armario lleno de trastos de limpieza.

Shaun esperaba en el umbral de la puerta sujetando firmemente su arma. A medida que aumentaba su dolor, aumentaba también su angustia.

—Deberíamos largarnos cuanto antes —dijo.

—¿Podrías decir algo que no fuera obvio? —replicó Arlene de rodillas mirando los estantes inferiores.

Bill soltó un aullido de victoria.

—¡Aquí está! —gritó levantando una cajita metálica que vació encima del mostrador. Los dos se acercaron.

Había monedas, papeles viejos y una llave alargada. Bill la cogió y se la mostró a sus compañeros.

—Esta pequeña nos va a cambiar la vida.

Arlene se le acercó y le abrazó besándole en los labios. Bill soltó un extraño gruñido y cayó al suelo sujetándose el abdomen que sangraba abundantemente..

—Puta de mierda —masculló con la voz rota de dolor.

Arlene sonrió observando el cuchillo con el que acababa de apuñalar a Bill. Se agachó a coger la llave, le susurró algo y le rajó el cuello. Cuando se levantó Shaun le apuntaba con el arma.

—¿De qué cojones va esto? —Le preguntó.

—Tranquilo Shaun —dijo ella—, él se iba a quedar con todo, ahora nos lo repartiremos entre los dos.

Shaun no respondió. Arlene dio un paso para acercarse. Él se preparó para disparar.

—Venga, siempre has sido mi favorito —le dijo con una mirada pícara—. Nos iremos tú y yo solos: va a ser la hostia.

No podía negar que esa idea le atraía, Arlene le gustaba mucho. Pero no era momento de dudar. Ella mentía. Arlene dió otro paso. Shaun apretó el gatillo.

El impacto arrojó el cuerpo de Arlene hacia atrás. La llave cayó al suelo justo delante de sus pies.

Observó la escena en silencio. Con lágrimas en los ojos se agachó a coger la llave. No tuvo fuerzas para volver a levantarse, el hombro le dolía horrores, se sentía débil, tenía frío. Miró la maldita llave… claro que les había cambiado la vida. Escuchó sirenas a lo lejos.

Ahora ya todo daba igual. Se sentó en el suelo, si salía de ésta, cambiaría de vida. Si salía de ésta… qué cojones, no había forma de salir de ésta.

Contó las balas que tenía en la recámara. No había suficientes, pero se tendría que conformar. El coche de policía derrapó y bajaron sus ocupantes a toda velocidad. Sonrió, aunque no había nada que le hiciera gracia.

Apuntó y disparó.


Escena número 48 · Noviembre 2017 - El armario y la idea
Escena: que el relato contenga las palabras armario e idea.
Reto opcional: que el relato tenga lugar en una gasolinera como único escenario.
Relato nº 162 - incluido en la Recopilación de textos del taller "Móntame una escena"
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-48/

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