Querida Conciencia.

Hace mucho que no sé nada de ti, ¿dónde te escondes? Te he llamado, te he esperado, pero del vacío que ocupa tu lugar solo proviene silencio.

Al principio no noté tu desaparición. Una nueva libertad me cegaba, me animaba. Empecé a probar haciendo pequeños y torpes actos de maldad y al comprobar que no pasaba nada no tardé en perfeccionar mi técnica y realizar verdaderas y macabras obras de arte. Entonces me di cuenta: la burbuja donde me encerrabas había reventado y estaba dando rienda suelta a mi imaginación liberando mis mas oscuros pensamientos.

Te busqué, no había rastro de ti, y como un niño travieso aproveché tu ausencia para regodearme, para empacharme. Cada idea era un reto, que una vez superado aumentaba mi ansia, me volvía despiadado. Nadie podía detenerme, nada me daba miedo.

Saboreaba cada segundo en el que estabas lejos porque podía ser el último. Pero no lo era. Nunca lo era. Y segundo tras segundo fue pasando el tiempo y la certeza de saber que volverías en cualquier momento empezó a angustiarme, a obsesionarme. Me volví descuidado, chapucero. Como un ser nocturno de cuentos de terror acechaba en los rincones oscuros. Perdí mi camino, olvidé mi meta, y herré sin rumbo hasta convertirme en un animalillo que no tardó en ser capturado.

Tu marcha me liberó, y esa libertad me volvió a encerrar.

Ahora paso la mayor parte del día en una celda acolchada, buscando desesperadamente tu presencia, preguntándome el porqué de tu abandono. A veces me dejan escribir, aprovecho para trazar estás líneas. Ya no confío en que vuelvas, pero no me queda otra que seguir esperándote, quizá algún día regreses. Ojalá lo hagas con respuestas.



Taller de literatura de Pepe de Uña - Tema "Carta a mí mismo"


Comentarios